viernes, 9 de febrero de 2018

Importancia del juego para las personas mayores


Nuestro cerebro también necesita un poco de “gimnasia”. Hay actividades cognitivas que son tan beneficiosas para nuestra mente como lo es el ejercicio físico moderado para nuestro cuerpo.
Un estudio norteamericano de la RSNA (Sociedad Radiológica de Norteamérica) dirigido por el doctor Konstantinos Arfanakis, del Centro Médico Universitario Rush de Chicago (Illinois, EE.UU.) y realizado en personas de una media de edad de 81 años, aconseja cinco actividades concretas
para esta edad: leer, escribir, jugar al ajedrez, ir al teatro y frecuentar las bibliotecas.

Estas actividades (y otras similares, lógicamente) ayudan a preservar la  integridad estructural en el cerebro de las personas mayores. O si lo prefieren decir de una manera llana y simple, mantener el cerebro ocupado en edades avanzadas da “resultados positivos”.
Si usted quiere ponerse a hacer un poco de “gimnasia mental” y hacer trabajar su memoria, por nombrar un ejemplo de capacidad cognitiva, puede tomar el listín telefónico y empezar a memorizar nombres y números, calles, etc.
Bien, éste es un sistema sin duda un poco expeditivo y poco recomendable de poner en práctica, aunque sólo sea por el riesgo inminente de morir de aburrimiento atroz.

Pero no se preocupe, pues en estas páginas le propongo hacerlo de una manera mucho más divertida y –muy posiblemente– también más eficaz: con diversos juegos de todo tipo con los cuales, además de aprender, reforzar o potenciar sus capacidades cognitivas, podrá relacionarse con otras personas de su entorno más o menos inmediato: familiares, amigos y conocidos.
El ser humano, como todo ser vivo, está sometido a cambios que, a lo largo de los primeros años de su vida implican crecimiento y desarrollo, y que se producen muy rápidamente.
Por el contrario, en la edad adulta los cambios son mucho más lentos y en algunas de nuestras capacidades se producen declives en su rendimiento y pérdidas funcionales.



Sin embargo, como señalan los especialistas en la materia, esos declives y pérdidas pueden ser compensados. Ello se consigue optimizando el desarrollo personal y haciendo que los factores de crecimiento existan a lo largo de todo el ciclo vital, buscando oportunidades de desarrollo, mejorando potencialidades y compensando el déficit que pueda ir apareciendo.
Pensemos que, al menos en parte, la pérdida de habilidades con motivo de la edad puede deberse a la falta de uso o su progresivo o repentino abandono.
Normalmente una persona que se jubila reduce su entorno habitual, así como el número de personas con las que trata, incluso se mueve menos, va a menos actividades culturales o recreativas, etc.

Al hacer menos actividades o menos variadas disminuye sus fuentes de estimulación y sus posibilidades de enfrentarse con situaciones nuevas.
Poco a poco se va relajando y finalmente se puede acabar haciendo dependiente de los demás cuando quizás fácilmente se podría haber evitado.

Ya sólo falta que cuando se le olvida algo le digamos que eso es normal y entonces deje de esforzarse, en cuanto a actividad mental y física se refiere.
La disminución de la inteligencia que se produce en personas mayores que no tienen enfermedades, habitualmente puede ser compensada mediante entrenamiento y práctica. Sólo es necesario tener ganas y hacer un pequeño esfuerzo que sin duda pronto se verá recompensado.
Y es que las personas mayores tienen una amplia capacidad de reserva que les permite compensar la disminución de algunas de sus capacidades.
Así, la experiencia y la práctica les pueden ayudar a resolver determinados tipo de cuestiones.





Recuerdo cuando empecé a trabajar por casualidad como chocolatero –una dulce profesión que nada tenía que ver con mis estudios universitarios, con doctorado incluido– sin tener ningún conocimiento sobre el oficio, pero con ganas e ilusión por aprender. El encargado del obradoren el que trabajaba, el Sr. Eugeni, estaba a punto de jubilarse y siempre me dio la impresión que llevaba un ritmo lento y cansino en su tarea, pero nada más alejado de la realidad, pues aquella persona sabía suplir muy bien sus carencias gracias a su experiencia y saber hacer, de manera que cuando yo –llevado por mi empuje juvenil– intentaba hacer algo más deprisa que él, me resultaba del todo imposible lograrlo, pues él con su experiencia y técnica muy perfeccionada hacía de forma aparentemente fácil lo que para una persona inexperta como yo resultaba todo un reto, ya que yo no sólo tenía que hacer las cosas deprisa, sino bien, naturalmente.


Como se afirma en la Guía del Juguete (2011): “El juego potencia la autonomía de los mayores, ayuda a mantener y mejorar la salud y facilita y consolida nuestras redes y apoyo social”.
El envejecimiento no tiene que ser sinónimo de una vida sedentaria y rutinaria. Al contrario, este periodo de nuestra vida puede ser una etapa llena de vitalidad si así nos lo proponemos. Hay que romper con los falsos mitos y creencias de que envejecer nos impide hacer cosas divertidas y
sociales. Es más, el jugar y participar de actividades recreativas ofrece un marco para que las personas mayores tengan un lugar donde sociabilizarse, entretenerse y sentirse realmente vivas.
Podemos pues, afirmar con rotundidad, que los juegos en la tercera edad son muy productivos y altamente recomendados.

ARTICULO TOMADO DEL LIBRO: GIMNASIA MENTAL PARA MAYORES DE JORGE  BATLLORI

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